Quédate cuando sea más fácil huir: Vergüenza, miedo y duda

 

Huir es un instinto natural. La huida como respuesta es una reacción natural cuando nos sentimos en peligro o inseguros. No sorprende entonces, que nuestra reacción ante la vergüenza, el miedo y la duda sea huir, en lugar de quedarnos. Permanecer en situaciones en las que nos sentimos avergonzados, temerosos o dudosos es contrario a la intuición y a nuestros instintos naturales.

 

Sin embargo, esta respuesta contraria a la intuición, de quedarse cuando es más fácil huir, es exactamente lo que pienso, que Dios, desea de nosotros en nuestra relación con él. Digo que es más fácil huir, no porque creamos que al salir corriendo vamos a mejorar la situación, sino que es más fácil en el momento, porque inconscientemente tenemos la esperanza de diferir y posiblemente evitar las consecuencias, la realidad y la verdad de nuestras situaciones o decisiones.

 

La vergüenza, el miedo y la duda pueden colarse fácilmente en esta vida. Hay innumerables oportunidades para cometer errores, enfrentar circunstancias que sacudan la fe y dudar de que Dios está con nosotros. En la Biblia, encontramos personajes del antiguo y nuevo testamento que viven ejemplos de huida ante la vergüenza, el miedo y la duda. Tenemos mucho que podemos aprender de ellos y aplicar a nuestras propias vidas.

 

Mientras nos sumergimos en estas historias, debemos ir considerando unas preguntas sobre nuestras propias vidas. ¿En qué parte de mi vida estoy huyendo de Dios?, ¿Cómo sería para mí elegir quedarme y entregarle mis preguntas a Dios y confiarle mi vergüenza, miedo y duda?.

 

Considera tu respuesta a estas preguntas, mientras observamos tres relatos,  en las Escrituras de Adán y Eva (vergüenza), Elías (miedo) y Gedeón (duda) al tener la tentación de huir de Dios, cuando las cosas se pusieron difíciles en sus vidas.

 

Adán y Eva (Vergüenza)

 

En Génesis 3 nos encontramos con Adán y Eva en el jardín del Edén. Según cuenta la historia, eligieron comer fruta del Árbol del Conocimiento, que Dios les dijo que no comieran. Cuando mordieron la fruta, se les abrieron los ojos, su elección permitió que el pecado entrara en el mundo y su desnudez quedó expuesta.

 

Al exponer su desnudez por primera vez sintieron separación de Dios, sintieron vergüenza. Vergüenza de su elección, vergüenza de su humanidad, vergüenza provocada por el pecado. 

 

La vergüenza es la herramienta que usa Satanás para mantener pequeño al pueblo de Dios. Para que sigamos sintiendo que hemos cometido demasiados errores, o que los errores que hemos cometido han sido demasiado grandes para que Dios los perdone.

 

Génesis 3:9-10: Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.”

 

Adán y Eva pecaron. Sintieron la vergüenza de su pecaminosidad expuesta y por eso se escondieron. Dios los busca en el jardín y los llama haciendo una pregunta de la que ya sabía la respuesta: “¿dónde están?” Esta pregunta era más que una cuestión de ubicación física, era una cuestión de corazón, mente y alma. Dios estaba dispuesto a encontrarse con Adán y Eva en medio de su desorden oculto.

 

Satanás quiere que creamos, que no somos útiles para el reino de Dios debido a la vergüenza de nuestro pecado. Eso es lo que Satanás quiere: que seamos separados de Dios. Pero, ¿qué quiere Dios?

 

Creo que Dios quiere que aprovechemos la oportunidad de reunirnos con Él. ¡Él quiere que veamos que sí, somos pecadores, cometemos errores, pero no hay nada que nos pueda separar del amor de Dios en Cristo Jesús! En Romanos 8:39,  nos dice que nada puede evitar que Dios nos persiga, incluso nuestro propio escondite en la vergüenza.

 

Romanos 8:39 “Ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”.

 

La vergüenza es una de las razones por las que huimos de Dios. 

 

Elías (Miedo)

 

El miedo, es otra de las razones por la cual le huimos a Dios. Cuando nos encontramos en medio de una situación de la que no vemos salida y ninguna de las opciones que tenemos ante nosotros, parece esperanzadora o prometedora, damos paso al miedo. El miedo hace que dejemos de lado todo lo que sabemos en nuestra mente y en nuestro corazón, sobre qué es la verdad acerca de Dios y su palabra. Permitiendo que las garras del miedo nos atrapen para luego huir de Dios.

 

Elías es uno de los grandes profetas del Antiguo Testamento, Elías, es un asombroso ejemplo de fe, pero que también tuvo momentos de miedo, capturados en las páginas de las Escrituras. Elías, a pesar de que había sido usado por Dios como su mensajero a la gente de su época, sintió miedo y se escondió, cuando se enfrentó a la posibilidad de ser asesinado, al recibir el mensaje de que la Reina Jezabel, lo buscaba para quitarle la vida.  

 

En 1 Reyes 19:3: “Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida,...”.

El miedo empujó a Elías, un hombre usado en el poder y la fuerza del Señor, a huir.

Y luego en 1 Reyes 19:9: “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?” 

 

¿Esta escena suena familiar?,  ¿verdad? Es una versión diferente de la misma pregunta que Dios les hizo a Adán y Eva, cuando corrieron y se escondieron. Dios estaba haciendo una pregunta retórica, para la que ya tenía respuesta, pero necesitaba que Elías, concientizara y confesara su miedo, donde él sentía que el poder de Jezabel para matarlo, era mayor que el poder de Dios para rescatarlo y salvarlo.

 

Estoy segura de que fue una realidad difícil de admitir. Sin embargo, el comienzo de su restauración, fue su comprensión de que fue él quien eligió creer que el poder humano, era más grande que el poder de Dios,. 

 

La vergüenza y el miedo pueden llevarnos a huir de Dios, pero también la duda.

 

Gedeón (Duda)

 

En Jueces 6:14-16,  encontramos a un hombre llamado Gedeón, a quien Dios usó para ayudar a conquistar territorio en la tierra prometida. 

 

Gedeón había visto muchas tierras tomadas por los israelitas, gracias al poder de la mano de Dios, obrando a favor de ellos. Pero antes de que Dios lo usara, Gedeón tuvo que pasar por una transformación de la duda a la confianza.

 

Jueces 6:14-16: “Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo? .Entonces le respondió: Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre.  Jehová le dijo: Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre.“.

 

Gedeón dudaba de la capacidad de Dios para usarlo, para expulsar enemigos debido a su lugar en la familia y el tamaño de su tribu. Dudaba de lo que Dios podía hacer por lo que sabía de sí mismo. 

 

Lo que Dios puede hacer no tiene nada que ver con nosotros, nuestra habilidad y lugar o posición en esta vida. Tiene todo que ver con Dios y su poder.

 

Gedeón en este momento no se escapó físicamente, pero su mente se escapó hacia un lugar de duda. La duda es otra herramienta que el enemigo usa para evitar que entremos en los lugares o tomemos las acciones a las que Dios nos está llamando.

 

La misma posibilidad de que Dios entregue a Madián a Gedeón, “como un solo hombre”, suena a locura. Sin embargo, con Dios, todas las cosas son posibles.

 

 ¿Y si nosotros, en lugar de dudar de lo que Dios nos pide, nos entregamos a ello? ¿Qué pasa si confesamos nuestros sentimientos de insuficiencia, pero no permitimos que esos sentimientos obstaculicen nuestra obediencia?

 

La vergüenza llevó a Adán y Eva a esconderse. El miedo llevó a Elías a esconderse. La duda llevó a Gedeon a esconderse. ¿Te identificas con alguna o todas estas historias? ¿Qué te está impulsando a esconderte de Dios?

 

Padre Dios, encuéntranos hoy justo donde estamos, en medio de nuestra vergüenza, miedo y duda. Ayúdanos a entregarte y dejar nuestra vergüenza, miedo y duda atrás. Te pedimos que nos ayudes a confesar con valentía estas cosas ante ti Señor, enséñanos con los ejemplos de Adán y Eva, Elías y Gedeón, a que podamos poner toda nuestra confianza en ti.

 

Ayúdanos Señor a creer que quieres que vayamos hacia ti y no huyamos de ti y confiemos en que quieres restaurarnos, sanarnos, ayudarnos y no condenarnos ni avergonzarnos. Que a medida que nuestros miedos, dudas y vergüenzas sean expuestos, tú los cubras con tu verdad, paz y descanso. Y que creamos plenamente que no hay nada que pueda impedir que nos ames, incluso cuando huimos de ti, tú vienes corriendo tras nosotros. En el fuerte nombre de Jesucristo. Amén.

 

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Transcrito por Carola Pérez-Vera

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